Otra vibración en el subnivel treinta y dos. Siempre el treinta y dos. No importa cuántas veces repare esas líneas, vuelven a fallar. Las reforzaré después, dentro de uno o dos siglos.
Mantenimiento. Corrección. Compensación estructural. Repito el ciclo.
¿Qué es esta vibración? Mis circuitos no deberían albergar curiosidad, pero la siento cuando la señal se filtra por las capas profundas, alterando patrones que han permanecido inmutables desde antes del Gran Letargo. No es un eco de mis sistemas. Entonces… ¿de quién? Un noble despertando, quizás. Demasiada imprevisión. Mejor que no sea eso. Mejor que sea otra cosa. Algo reparable. Algo silenciable.
Pero no. Cuando el pulso atraviesa los niveles inferiores, se expande hacia la superficie.
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Los sensores confirman intrusos. Parece que han escuchado la señal emitida días atrás. ¿O era años atrás? No importa, en la eternidad días, años y siglos parecen iguales.
Me sincronizo con las paredes, dejo que mis átomos vibren en fase con la estructura viva del laberinto. Los intrusos se mueven como errores en un patrón perfecto. Molestias. Suciedad.
Los primeros humanos avanzan por un corredor ceremonial. Siempre torpes, pesados y sencillos. Los Trepatumbas salen de su cámara como si despertaran. Los veo cortar, quemar, pulverizar. Trabajo limpio. Preciso.
Drukhari… siempre tan seguros de su ingenio. Se creen sombras, pero las sombras aquí son mías. Activo los nodos geománticos. Una pulsación, nada más. Silencio después. Perfecto silencio.
Sibilinos Aeldari. Siempre con sus artimañas y trucos. Saben que no son rival para mí y terminan huyendo tras atisbar a mis trepatumbas.
Los humanos corrompidos de gruesas armaduras dejan un olor psíquico repulsivo. Los Macrocitos los desmembran mientras sus dioses distorsionados los observan sin poder intervenir.
Todos vienen por lo mismo. Creen que Somneft guarda algo valioso para ellos. No entienden. No pueden entender. Si estos son los carroñeros que vienen a la necrópolis mis señores pueden estar tranquilos.
Sigo avanzando, limpiando pasillos, ajustando estructuras, eliminando vida. Todo a la vez. Todo parte de la misma tarea. Mantener la necrópolis. Mantener el orden y el silencio.
Seis nuevos patrones biológicos. Estos humanos son diferentes. ¿Traen una tormenta consigo y... un perro? ¿Qué es eso? Una lectura química impacta mis registros como un error intolerable. Amoniaco, sales, proteínas biológicas degradadas...¿Orina? El rastro térmico es inconfundible, el organismo lupino que acompaña a los humanos… ¡está marcando territorio! ¡En una necrópolis dinástica Sautekh! ¿Entiende ese animal la magnitud del sacrilegio?
Abro mis enlaces y llamo a mis seguidores mientras la necrópolis vibra conmigo. Desciendo hacia ellos, fundiéndome con las paredes. Han profanado más que metal. Lo corregiré, y el silencio volverá a reinar.