“Las victorias son tan frágiles como el silencio entre disparos.”
— Hermano-Veterano Cassian, Ángeles de la Muerte
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La superficie volcánica de Tarsis-Mal se enfriaba lentamente bajo las cenizas, mientras la Eterna Vigilancia trazaba su curso de vuelta al sistema principal.
Los Legionarios del Caos habían sido exterminados y el portal destruido.
Para Cassian, era un respiro… breve, demasiado breve.
En la cámara de mando, el astropata del kill team, un siervo encadenado a su trono psíquico, comenzó a convulsionar.
Sus ojos se tornaron negros como el vacío, y de su boca brotó un hilo de voz que no era suyo:
“Vienen… la marea hambrienta… alas que oscurecen el sol…”
La transmisión murió con un crujido seco en su cuello.
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El eco del terror
Los sensores de largo alcance detectaron algo imposible de ignorar:
microfluctuaciones en el vacío, bandas de energía biológica dispersas en la franja exterior del sistema, y una señal genética que el capítulo conocía demasiado bien: biofirma Tiránida.
Cassian reunió al kill team en la armería.
Aún llevaban las cicatrices de la batalla contra el Caos, pero todos sabían lo que implicaba esa señal:
no un ataque puntual… sino una invasión planetaria total.
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La disyuntiva
El capitán de la Eterna Vigilancia propuso abandonar el sector y llamar a una fuerza de exterminio más grande.
Pero Cassian conocía la realidad: para cuando la flota de batalla llegara, el enjambre habría consumido toda vida en el sistema.
Y si las criaturas llegaban a Volturnis Secundus o Tarsis Prime, millones de almas imperiales serían absorbidas por el hambre infinita.
La orden fue clara:
“Preparamos el descenso. Los Ángeles de la Muerte no esperan refuerzos. Nosotros somos los refuerzos.”
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El rugido del enjambre
En los monitores, el vacío se llenó de siluetas:
formas aladas, monstruosidades cubiertas de quitina, enjambres de esporas vivas.
La nave estalló en actividad: artilleros en posición, escuadras en cápsulas de desembarco, cánticos del Litany of Hate resonando en todos los vox.
Icarion, revisando su rifle bolter pesado, miró a Cassian:
“Hermano… esto no será una cacería. Será una tormenta.”
Cassian asintió.
“Entonces sobreviviremos a la tormenta… y la convertiremos en un cementerio.”
Mientras las cápsulas se preparaban para caer sobre la luna agrícola de Mornival IV, primera víctima de la marea, el enjambre se abría paso como un océano negro entre las estrellas.
La guerra contra el Caos había sido un conflicto de honor.
Lo que venía ahora… sería guerra por la supervivencia.