++Registro de combate: Hermano Sarek, 3ª Compañía, Ángeles de Penitencia++
++Ubicación: Perímetro defensivo exterior, Ciudad Colmena Fissilicus++
Malditos sean esos cultistas. En su ceguera fanática nos han condenado a todos.
Usaron el artefacto... esa abominación biológica oculta bajo la estatua de la santa. No era un tesoro imperial, ni reliquia de los antiguos. Era un faro. Un llamado. Una invitación a la muerte. Y los tiránidos han respondido.
La oscuridad cayó sin aviso. En cuestión de minutos, los cielos de Volkus se cubrieron de sombras vivientes. Millones de cápsulas orgánicas atravesaron la atmósfera como una lluvia de muerte. El cielo ruge con alas de quitina. El suelo tiembla con cada enjambre que desciende.
El Macizo Ballistus aún ruge, su disparo arrasa columnas enteras de bioformas... pero es inútil. Como lanzar una lanza a una tormenta. Por cada abominación que destruimos, veinte más brotan del polvo, del aire o de los túneles. Esto no es una guerra. Es un exterminio.
El mando ha ordenado concentrar la defensa en puntos clave. No para ganar. Solo para resistir. Para contenerlos. Para comprar tiempo. Si la suerte o el Emperador nos favorece, llegará el momento en que su número flaquee y podamos contraatacar.
He visto con mis propios ojos a los orkos luchando contra los zánganos tiránidos, a los tau retirándose bajo el mismo fuego que nosotros cubrimos. Incluso las criaturas del Caos retroceden, incapaces de dominar esta oleada sin alma.
El enemigo de nuestro enemigo no es nuestro amigo. Pero quizás puede ser nuestro escudo.
Ya no peleamos por el control del planeta. Peleamos por sobrevivir a la espera de un milagro.
Volkus no caerá mientras un solo guerrero del Emperador siga respirando.
Volkus será imperial, o no será.
++Fin del registro++