“Cada derrota es una lección… pero en la galaxia, sólo los vivos pueden aprenderla.”
— Hermano-Veterano Cassian, Ángeles de la Muerte
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La humillación contra los Garra Némesis todavía ardía como una herida abierta en el espíritu de los Ángeles de la Muerte.
En la penumbra de la barcaza de asalto Eterna Vigilancia, los registros tácticos mostraban, una y otra vez, la imagen de sus hermanos cayendo.
Pero ahora había surgido una oportunidad para limpiar su honor: un destacamento de Clados de Batalla estaba custodiando el Fragmento del Estandarte de Macragge en la colmena arruinada de Volturnis Secundus.
Para Cassian, líder del kill team, no era sólo una misión:
era la redención.
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El despliegue
El equipo descendió entre torres de colmena desgarradas por siglos de guerra.
El plan era rápido y brutal: irrumpir, eliminar la resistencia y asegurar la reliquia.
• Cassian, armado con pistola de plasma y puño de energía, encabezaba el avance como un ariete viviente.
• Hermano Darius y Hermano Korr, con espada sierra y pistola bolter pesada, se movían como sombras letales entre los escombros.
• Hermano Icarion, el francotirador, llevaba un rifle bolter pesado y tomó posición elevada antes del primer disparo.
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El choque con la fe y el fuego
Las Clados de Batalla no se limitaron a defender: ejecutaron la maniobra Transferir Potencia, canalizando energía sagrada a sus fusiles de fusión.
El aire se volvió incandescente con disparos que podían atravesar ceramita como si fuera cera.
Un rayo ardiente golpeó de lleno a Korr, vaporizando parte de su coraza y dejándolo fuera de combate antes siquiera de blandir su espada.
Otro impacto hirió mortalmente a Darius, cuyo bolter pesado cayó humeante al suelo.
El avance de los Ángeles parecía condenado.
Pero entonces Icarion abrió fuego desde su nido: cada ráfaga de su bolter pesado encontraba una brecha en la defensa enemiga, derribando a las Hermanas Dominio antes de que pudieran repetir su letal descarga.
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Duelo en el santuario
Cassian irrumpió en el santuario, donde la Hermana Superiora Mirabel defendía la reliquia.
Plasma contra fe, puño de energía contra espada bendecida.
El combate fue feroz: Mirabel esquivó el primer golpe, pero un disparo a quemarropa de la pistola de plasma fundió parte de su armadura, dejándola vulnerable.
Con un rugido, Cassian descargó el puño de energía, derribándola en un destello cegador.
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Victoria, a un precio
Cuando el humo se disipó, el Fragmento del Estandarte reposaba en manos de los Ángeles de la Muerte.
Sólo Cassian e Icarion quedaban en pie.
El francotirador había asegurado la retirada, cubriendo a su líder con fuego preciso hasta que el Thunderhawk los extrajo.
En el registro final, Cassian anotó:
“La fe de nuestras enemigas era ardiente, pero nuestro deber lo es más. Que esta victoria honre a los que hoy hemos perdido.”
Mientras la Eterna Vigilancia se alejaba de Volturnis Secundus, Cassian supo que aún quedaban cuentas pendientes… y que Icarion, el silencioso hermano del rifle pesado, sería clave en las batallas que vendrían.