++Registro de misión: Hermano Casius, 3ª Compañía, Ángeles de Penitencia++ ++Ubicación: Planeta Volkus, Segmentum Obscurus++ ++Acceso restringido: Nivel Centurion Primaris++
Han pasado ya veintitrés días estándar desde nuestro despliegue en Volkus. El suelo del planeta está empapado de sangre impía, y el aire —denso, viciado y saturado de cenizas— vibra con la presencia de fuerzas que deberían haber sido exterminadas hace milenios.
Volkus no es solo un campo de batalla. Es un altar profanado donde las razas menores y los traidores al Imperio se disputan los despojos de un mundo que una vez fue sagrado. Los Orkos se multiplican como una plaga sin mente, infestando las llanuras del norte con su maquinaria tosca y su brutalidad indomable. Al este, los Kroot se arrastran entre los bosques carbonizados, acechando como carroñeros espirituales, devorando no solo carne, sino conocimiento. Entre las ruinas del sector de Kaleph, los siervos del Caos han alzado estandartes blasfemos sobre los cadáveres de ciudadanos imperiales. He visto con mis propios ojos cómo los Hombres Bestia aúllan a las lunas gemelas en la oscuridad, invocando horrores que los mortales no deberían nombrar.
La Inquisición opera en la sombra, como es su costumbre, y a veces me pregunto si su lucha es con el enemigo... o con nosotros.
Nosotros, los Ángeles de Penitencia, mantenemos el frente. No hemos cedido un palmo sin precio, y aún contenemos la infestación fuera de los enclaves clave del planeta. La sangre de nuestros hermanos unge los muros de defensa, y sus nombres serán grabados en el recuerdo eterno del Capítulo.
Sin embargo, hay señales que inquietan incluso a los más firmes entre nosotros. Los Bibliotecarios han reportado disturbios psíquicos en el firmamento, como susurros lejanos que desgarran la membrana de la realidad. Uno de ellos cayó al suelo durante el último concilio, sangrando por los ojos mientras pronunciaba una sola palabra: “Despertará.”
Lo más perturbador se encuentra en las ruinas de la catedral de las Adepta Sororitas en el distrito Sanctus Elaria. Los combates allí han sido constantes. Cada metro de ese terreno es disputado con una ferocidad que va más allá de la estrategia: hay algo que los enemigos desean ocultar... o proteger. La catedral está en ruinas. Pero la estatua de la Santa Valeria, de mármol blanco y cubierta de polvo de siglos, permanece erguida, intacta entre la devastación. Ni el fuego de los Orkos ni las explosiones de los herejes han logrado mellarla.
No creo en milagros. Creo en el Emperador. Y si su luz aún brilla sobre esta estatua, quizá sea una advertencia. O una promesa.
Seguiré informando conforme avance la campaña. No descansaremos hasta que la última abominación haya sido purgada de este mundo. Por el Emperador.
++Fin del registro++